
Una de las paradojas de la vida es el hecho de que, a pesar de todas las interacciones sociales que tenemos, podemos sentirnos solos con nosotros mismos. Pensamos en todo tipo de cosas, aunque hablemos poco de ellas. Guardamos nuestros pensamientos o emociones ya que pueden ser difusos, dolorosos o de alguna manera los juzgamos.
Sin embargo, lo curioso es que es precisamente a través de esta paradoja que nos descubrirnos a nosotros mismos. Creamos entonces respuestas que nos dan fuerza y paz. Nos preguntamos ¿Quién soy yo? ¿Cuál es el sentido de mi existencia? ¿Qué guía e impulsa mi vida?
Las respuestas enriquecen nuestro retrato cinematografico. Para contestarlas, necesitamos conversaciones auténticas con el director o la directora de la pelicula.
Las respuestas tambien surgen en momentos inesperados, como cuando contemplamos las estrellas en una noche de verano o dialogamos con otros seres humanos. Este diálogo honesto es el que garantiza la belleza y la autenticidad de los retratos.